Miércoles 1 de Agosto de 2012

Grafitis de los baños de mujeres, por Andrea Blanqué

Grafitis de los baños de mujeres, por Andrea Blanqué

Entre el 1988 y 1989, Andrea Blanqué compiló graffitis de baños de mujeres en bares, liceos, facultades, hospitales, estaciones y parques de Montevideo. Y en el '91 publicó el libro Antología del Retrete (Vinten/Memphis). Acá reproducimos parte de la introducción y algunos de los textos recopilados.

 

I. LA POESÍA DE LOS BAÑOS

¿Quién no ha leído alguna vez, con lento deleite, las obscenas inscripciones en los baños?

¿Y quién no se  ha asombrado, en más de una ocasión, al constatar la brillante inventiva de ese “otro” misterioso, al que no conocerá jamás, y que le envía su anónima y subversiva voz desde el contexto hediondo de un water público?

Y acaso... ¿no hemos estado todos, en alguna oportunidad, tentados, a punto de tomar un lápiz y sumarnos a ese coro irreverente que suena en ese cerrado recinto y que no perdona a nada ni a nadie?

Los grafitis de baños son un fenómeno universal: invaden culturas, países, sexos, clases sociales.
 
La primera vez que concienticé la fuerza arrolladora de estas frases fue, justamente, en la Universidad de Barcelona. Allí, no sólo estaban los baños repletos de grafitis, sino que, además, escuché a un catedrático -un matemático eminente- exclamar, mientras salía risueño de un excusado: “Hoy en el baño un grafiti fantástico: “HERMANO, OJALÁ NUNCA TENGAS EN EL CULO LO QUE TIENES EN LA MANO”. A partir de entonces presté atención a esa secreta y muy poco estudiada manifestación de cultura popular.
 
Una recorrida por algunos baños públicos de Montevideo permite descubrir que, nuestra ciudad, tan prolífica de poetas y cuentistas, también ha sido fecunda en “escribientes de los baños”. La Biblioteca Nacional, el IAVA, la Facultad de Derecho, de Ciencias Económicas, de Humanidades, el Capitol, el Mincho, La Tortuguita, el Lindo Bar: todos tienen allí dentro, escondido tras los letreros “damas-caballeros”, un preciso mundo construido a base de ingenio y morbo, que pertenece a todos y a nadie.
 
Frases insólitas, siempre cambiantes, que nada tienen que envidiar a los trillados slogans publicitarios ni a los grises titulares de los periódicos.
 
¿Cuánta distancia media entre un escritor legitimado, que escribe con vistas a publicar en una editorial consagrada, por ejemplo, y un escribiente que se detiene ante ese retrete, por lo general desbordante de sustancias biológicas, para CREAR -crear, simplemente- con birome o rojo lápiz de labios en la mano? El paralelismo es posible: ambos -el escritor y el grafitero- están solos. (Escribir en un baño es sin duda un acto de soledad, tan sólo comparable al acto de defecar o a la masturbación o a la propia literatura). Pero la diferencia radica en que, mientras el poeta tiene frente a sí un blanco papel virgen, el escribiente de los baños, se encuentra con una puerta o una pared que es un espacio abierto a todos.
 
Cada persona que se encierra en el retrete tiene derecho a escribir lo que se le plazca. La inscripción previa -si la hay- puede contestarse, tacharse, rehacerse o criticarse. Se da entonces el incomparable fenómeno de comunicación por el cual, sucesivos seres escriben, con diferente letra y color de lapicera, entre todos, una larga sarta de ingeniosidades colectivas.
 
Ninguno de los grafiteros llega a conocerse nunca. Nadie puede saber cuánto tiempo separa una inscripción de la otra. Los grafitis pueden desaparecer al día siguiente por la acción del Agua Jane o la pintura del propietario del bar.
 
Pero una comunión espiritual une a los escribientes: todos desolemnizan la existencia. Ya sea por el mensaje mismo, o por la inserción de una frase dogmática y doctoral en tan promiscuo contexto, el grafiti del baño siempre resulta, en definitiva, un aplauso a la vida, un festejo.
 
 
 
II. ¿QUIÉN LO HACE? ¿QUIÉNES SON?
 
[...]
Aunque aceptemos que numéricamente el escribiente de los baños es minoritario, no podemos dejar de reconocer su valor como portavoz de la sociedad. Bajtin sostiene que “no hay nada individual en lo que expresa un individuo”. Lo dice uno, pero de alguna manera, lo dice por boca de todos. Y el grafiti puede entenderse así.
 
Las frases de los baños son escritas por individuos que acarrean consigo una historia personal, pero cuando hablan, están utilizando el lenguaje, que pertenece a todos, y repitiendo un sistema de valores que no sólo les concierne a ellos.
 
¿Es lo marginal, acaso, tan marginal como a simple vista parece?
 
[...] Aunque no deja de ser una hipótesis no demostrada, me atrevo a  porponer la idea de que el grafiti de los baños es creación de gente “común y corriente”, con bastante educación formal y sobre todo GENTE JOVEN: personas con edades que oscilan entre los 18 y los 30 años. El grafiti, no casualmente, encuentra su plenitud en los sitios donde cotidianamente se mueven jóvenes. Esta unión grafiti-juventud no es gratuita:
 
Por una vida sana, arte, sexo y marihuana
(Lindo Bar)
 
Como puede observarse, el tono polémico, rebelde y desmitificador de la mayoría de los grafitis coincide justamente con la etapa polémica, rebelde y desmitificadora del ser humano. El mundo que recibe el joven es puesto en entredicho en las puertas de los baños. […]
 
Es interesante señalar la diferencia entre el grafiti del liceo (educación secundaria) y el universitario. Mientras en el primer caso el escribiente -adolescente- se remite a la mención desnuda de la palabrota o a grabar su nombre, quizás tratando de reafirmar su identidad todavía no consolidada, en el segundo caso -no ya adolescente sino joven- el grafitero utiliza el baño como medio de expresión y comunicación desde donde se observa el mundo para criticarlo, agredirlo, comentarlo, o, inclusive, mejorarlo, llegando también a concepciones de aguda complejidad.
 
 
 
III. ¿POR QUÉ EL BAÑO?
 
¿Por qué un individuo utiliza justamente el baño para confesar aquello que quizás jamás haya dicho ni diga por otro medio? ¿Por qué el baño público, sitio, por descontado, sucio, pestilente, incómodo, repulsivo? Para una mente convencional, es el baño un lugar de tránsito por el que el individuo debería, en teoría, pasar rápidamente y evitar quedarse allí un minuto más de lo estrictamente necesario. Sin embargo, es evidente que cuanto más sucio es un baño, es más probable que el grafiti aparezca. Los centros de estudio, justamente, donde el personal y los productos de limpiesza escasean y que son frecuentados por grandes cantidades de usuarios, parecerían ser terreno propicio para el grafiti.
¿Por qué? ¿Acaso las sustancias fecales y de otra índole -papeles, tampones, etc.- no producen un violento rechazo e inducen a huir prestamente de allí? ¿Cómo es posible que un individuo se detenga ante la suciedad de otros para tomar una lapicera y pasar un tiempo considerable escribiendo incluso de aquello que más le preocupa?
 
1) Vivir es un partir constante. A qué te quedás acá, vaya a saber qué hay después de la niebla.
2) Qué me voy a quedar con el olor a mierda que hay.
(Facultad de Derecho)
 
Pensemos, por un lado, qué significa orinar o defecar. Es, en sí mismo, un placer, la realización de una necesidad. Se niega, se oculta, no se habla de ello, pero concierne a todos los seres humanos. Quizás justamente en el baño, el individuo acepte la realidad de que esas sustancias repulsivas forman parte de sí, y que toda persona las lleva dentro. Estos mismos criterios podrían aplicarse también a los pensamientos que exponen los grafitis. Estos serían, al igual que las materias biológicas, una parte de nosotros que todos generamos, pero de la que nunca hablamos. Habría, entonces, un notable paralelismo entre la descarga fisiológica y la descarga psicológica que significa un grafiti, con todas las connotaciones placenteras que ambos fenómenos significan.
 
Qué agradable es cagar leyendo la puerta. ¡Ahhh...!
(Facultad de Medicina)
 
El grafiti liberaría lo que nuestro sistema de valores morales se empeña en ocultar, encubrir. Esto en cuanto al individuo en sí mismo se refiere. Pero tenemos la otra cara, la colectiva. El grafiti, como los actos de orinar y defecar, se realiza en el aislamiento de la puerta cerrada con llave. Pero, no debemos olvidar que el baño público posee la doble virtud de ser íntimo y grupal al mismo tiempo. Ese espacio frente al retrete, es como un blanco papel que incita, que convoca. Su situación privilegiada permite constituirse en punto de confluencia de infinitos seres anónimos. Así, la persona que escribe en un baño sabe con certeza que su grafiti será leído, o sea que su voz será escuchada por otros. […]
 
Pero el anonimato le brinda al escribiente la gran posibilidad de expresarse sin miedo al castigo. Contra lo que aparentemente pudiera parecer, el anonimato no constituye un opacamiento del individuo sino todo lo contrario: la seguridad de que lo escucharán y de que al mismo tiempo, diga lo que diga, haga lo que haga, nadie lo acusará ni perseguirá, contribuye a su autoafirmación.
 
 
 
IV. UN MEDIO DE COMUNICACIÓN MUY ESPECIAL
 
[…] El grafiti de los baños... No va dirigido a la multitud sino a individuos. El escribiente prevé que el lector será como él, un individuo solo, aislado, encerrado en un estrecho recinto. Más que una actitud convincente, buscará una actitud confesional.
 
1) Escribe tus opiniones sobre el negro Soria.
2) Es un chiche.
3) ¿Qué le ven?
4) El negro Soria debe ser un macho increíble. Yo soy virgen y de verdad me gustaría morir con él.
(Facultad de Medicina)
 
El grafiti del baño tiene, sin lugar a dudas, carácter dialógico. Esto es: el que escribe en un retrete no lo hace de la misma manera con que escribiría la tapa de un cuaderno o una hoja en su casa. Él está dispuesto a DIALOGAR. El baño significa entonces una curiosísima manera de hablar, de comunicarse con otros. La puerta limpia equivale al silencio -situación extraña, aquí el silencio ocupa un espacio-. Puerta limpia que sin lugar a dudas, inhibe. Es difícil romper el silencio, y por lo general, el baño sumamente limpio es respetado en su pulcritud. Sin embargo, una vez que alguien abre el fuego, y se decide a escribir esa puerta, la polémica comienza y puede prolongarse indefinidamente. El primer grafiti, entonces, es una provocación, un llamado, que convoca voces sucesivas. Todo escribiente de los baños sabe que será leído, y que su inscripción provocará una respuesta.
 
El próximo grafitero es, antes que nada, un lector de la primera frase. Es un lector que piensa, interpreta, acepta o rechaza esa primera inscripción. Pero además de recibir pasivamente ese texto, pasa a una recepción activa. Toma un lápiz él también, y escribe. En su respuesta, en su frase, estará incluida la lectura, la interpretación del grafiti previo. Pero también hará constar su opinión. Su punto de vista. Así, se da el tan interesante fenómeno de largas cadenas de grafitis, donde cada frase constituye una respuesta al grafiti inmediatamente anterior. […]
 
En una obra de teatro, en un mensaje publicitario, en el discurso de un político, el oyente, el receptor del mensaje, debe callar en virtud de un tácito acuerdo. EL que escucha no tiene, por lo general, posibilidades de modificar el mensaje recibido. Su respuesta entonces quedará en el recinto de su interioridad. Pero, en el baño, de una manera única, el grafiti puede ser deformado, alterado, tachado, mutilado. La protesta, la aprobación, o la refutación, estará en el mismo plano que el grafiti que la originó. El escribiente y sus sucesivos lectores están en un plano de igualdad, premisa fundamental para que tenga lugar un intercambio.
 
[…]
 

Tomado de BLANQUÉ Andrea, Antología del retrete. Grafitis de los baños de mujeres, Montevideo, Memphis/Vintén, 1991

 

 
 
 
I. La poesía de los baños
 
¿Quién no ha leído alguna vez, con lento deleite, las obscenas inscripciones en los baños?
¿ Y quién no se  ha asombrado, en más de una ocasión, al constatar la brillante inventiva de ese “otro” misterioso, al que no conocerá jamás, y que le envía su anónima y subversiva voz desde el contexto hediondo de un water público?
Y acaso... ¿no hemos estado todos, en alguna oportunidad, tentados, a punto de tomar un lápiz y sumarnos a ese coro irreverente que suena en ese cerrado recinto y que no perdona a nada ni a nadie?
Los grafitis de baños son un fenómeno universal: invaden culturas, países, sexos, clases sociales.
La primera vez que concienticé la fuerza arrolladora de estas frases fue, justamente, en la Universidad de Barcelona. Allí, no sólo estaban los baños repletos de grafitis, sino que, además, escuche a un catedrático -un matemático eminente- exclamar, mientras salía risueños de un excusado: “Hoy en el baño un grafiti fantástico: “HERMANO, OJALÁ NUNCA TENGAS EN EL CULO LO QUE TIENES EN LA MANO”. A partir de entonces presté atención a esa secreta y muy poco estudiada manifestación de cultura popular.
Una recorrida por alguns baños públicos de Montevideo permite descubrir que, nuestra ciudad, tan prolífica e poetas y cuentistas, también ha sido fecunda en “escribientes de los baños”. La Biblioteca Nacional, el IAVA, la Facultad de Derecho, de Ciencias Económicas, de Humanidades, el Capitol, el Mincho, La Tortuguita, el Lindo Bar: todos tienen allí dentro, escondido tras los letreros “damas-caballeros”, un preciso mundo construido a base de ingenio y morbo, que pertenece a todos y a nadie.
Frases insólitas, siempre cambiantes, que nada tienen que envidiar a los trillados slogans publicitarios ni a los grises titulares de los periódicos.
¿Cuánta distancia media entre un escritor legitimado, que escribe con vistas a publicar en una editorial consagrada, por ejemplo, y un escribiente que se detiene ante ese retrete, por lo general desbordante de sustancias biológicas, para CREAR -crear, simplemente- con birome o rojo lápiz de labios en la mano? El paralelismo es posible: ambos -el escritor y el grafitero- están solos. (Escribir en un baño es sin duda un acto de soledad, tan sólo comparable al acto de defecar o a la masturbación o a la propia literatura). Pero la diferencia radica en que, mientras el poeta tiene frente as í un blanco papel virgen, el escribiente de los baños, se encuentra con una puerta o una pared que es un espacio abierto a todos.
Cada persona que se encierra en el retrete tiene derecho a escribir lo que se le plazca. La inscripción previa -si la hay- puede contestarse, tacharse, rehacerse o criticarse. Se da entonces el incomparable fenómeno de comunicación por el cual, sucesivos seres escriben, con diferente letra y color de lapicera, entre todos, una larga sarta de ingeniosidades colectivas.
Ninguno de los grafiteros llega a conocerse nunca. Nadie puede saber cuánto tiempo separa una inscripción de la otra. Los grafitis pueden desaparecer al día siguiente por la acción del Agua Jane o la pintura del propietario del bar.
Pero una comunión espiritual une a los escribientes: todos desolemnizan la existencia. Ya sea por el mensaje mismo, o por la inserción de una frase dogmática y doctoral en tan promiscuo contexto, el grafiti del baño siempre resulta, en definitiva, un aplauso a la vida, un festejo.
 
 
II. ¿Quién lo hace? ¿Quiénes son?
 
Aunque aceptemos que numéricamente el escribiente de los baños es minoritario, no podemos dejar de reconocer su valor como portavoz de la sociedad. Bajtin sostiene que “no hay nada individual en lo que expresa un individuo”. Lo dice uno, pero de alguna manera, lo dice por boca de todos. Y el grafiti puede entenderse así.
Las frases de los baños son escritas por individuos que acarrean consigo una historia personal, pero cuando hablan, están utilizando el lenguaje, que pertenece a todos, y repitiendo un sistema d evalores que no sólo les concierne a ellos.
¿Es lo marginal, acaso, tan marginal como a simple vista parece?
Aunque no deja de ser una hipótesis no demostrada, me atrevoa  porponer la idea de que el grafiti de los baños es creación de gente “común y corriente”, con bastante educación formal y sobre todo GENTE JOVEN: personas con edades que oscilan entre los 18 y los 30 años. El grafiti, no casualmente, encuentra su plenitud en los sitios donde cotidianamente se mueven jóvenes. Esta unión grafiti-juventud no es gratuita:
Por una vida sana, arte, sexo y marihuana (Lindo Bar)
 
Como puede observarse, el tono polémico, rebelde y demitificador de la mayoría de los grafitis coincide justamente con la etapa polémica, rebelde y desmitificadora del ser humano. EL mundo que recibe el joven es puesto en entredicho en las puertas de los baños. […]
 
Es interesante señalar a diferencia entre el grafiti del liceo (educación secundaria) y el universitario. Mientras en el primer caso el escribiente -adolescente- se remite a la mención desnuda de la palabrota o a grabar su nombre, quizás tratando de reafirmar su identidad todavía no consolidada, en el segundo caso -no ya adolescente sino joven- el grafitero utiliza el baño como medio de expresión y comunicación desde donde se observa el mundo para criticarlo, agredirlo, comentarlo, o, inclusive, mejorarlo, llegando también a concepciones de aguda complejidad.
 
III
 
¿Por qué el baño?
 
¿Por qué un individuo utiliza justamente el baño para confesar aquello que quizás jamás haya dicho ni diga por otro medio? ¿Por qué el baño público, sitio, por descontado, sucio, pestilente, incómodo, repulsivo? Para una mente convencional, es el baño un lugar de tránsito por el que el individuo debería, en teoría, pasar rápidamente y evitar quedarse allí un minuto más de lo estrictamente necesario. Sin embargo, es evidente que cuanto más sucio es un baño, es más probable que el grafiti aparezca. Los centros de estudio, justamente, donde el personal y los productos de limpiesza escasean y que son frecuentados por grandes cantidades de usuarios, parecerían ser terreno propicio para el grafiti.
¿Por qué? ¿Acaso las sustancias fecales y de otra índole -papeles, tampones, etc.- no producen un violento rechazo e inducen a huir prestamente de allí? ¿Cómo es posible que un individuo se detenga ante la suciedad de otros para tomar una lapicera y pasar un tiempo considerable escribiendo incluso de aquello que más le preocupa?
 
1) Vivir es un partir constante. A qué te quedás acá, vaya a saber qué hay después de la niebla.
2) Qué me voy a quedar con el olor a mierda que hay.
(Facultad de Derecho)
 
Pensemos, por un lado, qué significa orinar o defecar. Es, en sí mismo, un placer, la realización de una necesidad. Se niega, se oculta, no se habla de ello, pero concierne a todos los seres humanos. Quizás justamente en el baño, el individuo acepte la realidad de que esas sustancias repulsivas forman parte de sí, y que toda persona las lleva dentro. Estos mismo criterios podrían aplicarse también a los pensamientos que exponen los grafitis. Estos serían, al igual que las materias biológicas, una parte de nosotros que todos generamos, pero de la que nunca hablamos. Habría, entonces, un notable paralelismo entre la descarga fisiológica y la descarga psicológica que significa un grafiti, con todas las connotaciones placenteras que ambos fenómenos significan.
Qué agradable es cagar leyendo la puerta. ¡Ahhh...!
(Facultad de Medicina)
 
El grafiti liberaría lo que nuestro sistema de valores morales se empeña en ocultar, encubrir. Esto en cuanto al individuo en sí mismo se refiere.. Pero tenemos la otra cara, la colectiva. El grafiti, como los actos de orinar y defecar, se realiza en el aislamiento de la puerta cerrada con llave. Pero, no debemos olvidar que el baño público posee la doble virtud de ser íntimo y grupal al mismo tiempo. Ese espacio frente al retrete, es como un blanco papel que incita, que convoca. Su situación privilegiada permite constituirse en punto de confluencia de infinitos seres anónimos. Así, la persona que escribe en un baño sabe con certeza que su grafiti será leído, o sea que su voz será escuchada por otros. […]
 
Pero el anonimato le brinda al escribiente la gran posibilidad de expresarse sin miedo al castigo. Contro lo que aparentemente pudiera parecer, el anonimato no constituye un opacamiento del individuo sino todo lo contrario: la seguirdad de que lo escucharán y de que al mismo tiempo, diga lo que diga, haga lo que haga, nadie lo acusará ni perseguirá, contribuye a su autoafirmación.
 
IV. Un medio de comunicación muy especial.
 
[…] El grafiti de los baños... No va dirigido a la multitud sino a individuos. El escribiente prevé que el lector será como él, un individuo solo, aislado, encerrado en un estrecho recinto. Más que una actitud convincente, buscará una actitud confesional.
 
1) Escribe tus opiniones sobre el negro Soria.
2) Es un chiche.
3) ¿Qué le ven?
4) El negro Soria debe ser un macho increíble. Yo soy virgen y de verdad me gustaría morir con él.
(Facultad de Medicina)
 
 
El grafiti del baño tiene, sin lugar a dudas, carácter dialógico. Esto es: el que escribe en un retrete no lo hace de la misma manera con que escribiría la tapa de un cuaderno o una hoja en su casa. Él está dispuesto a DIALOGAR. El baño significa entonces una curiosísima manera de hablar, de comunicarse con otros. La puerta limpia equivale al silencio -situación extraña, aquí el silencio ocupa un espacio-. Puerta limpia que sin lugar a dudas, inhibe. Es difícil romper el silencio, y por lo general, el baño sumamente limpio es respetado en su pulcritud. Sin embargo, una vez que alguien abre el fuego, y se decide a escribir esa puerta, la polémica comienza y puede prolongarse ndefinidamente. El primer grafiti, entonces, es una provocación, un llamado, que convoca voces sucesivas. Todo escribiente de los baños sabe que será leído, y que su inscripción provocará una respuesta.
El próximo grafitero es, antes que nada, un lector de la primera frase. Es un lector que piensa, interpreta, acepta o rechaza esa primera inscripción. Pero además de recibir pasivamente ese texto, pasa a una recepción activa. Toma un lápiz él también, y escribe. En su respuesta, en su frase, estará incluida la lectura, la interpretación del grafiti previo. Pero también hará constar su opinión. Su punto de vista. Así, se da el tan interesante fenómeno de largas cadenas de grafitis, donde cada frase constituye una respuesta al grafiti inmediatamente anterior. […]
 
En una obra de teatro, en un mensaje publicitario, en el discurso de un político, el oyente, el receptor del mensaje, debe callar en virtud de un tácito acuerdo. EL que escucha no tiene, por lo general, posibilidades de modificar el mensaje recibido. Su respuesta entonces quedará en el recinto de su interioridad. Pero, en el baño, de una manera única, el grafiti puede ser deformado, alterado, tachado, mutilado. La protesta, la aprobación, o la refutación, estará en el mismo plano que el grafiti que la originó. El escribiente y sus sucesivos lectores están en un plano de igualdad, premisa fundamental para que tenga lugar un intercambio.
[…]
Viernes 9 de Agosto de 2013

Grafitis furgoneros III

Tercera selección de grafitis recopilados en los furgones de la Línea Roca, entre Sarandí y Hudson o Sourigues. Sexo, drogas y rocanrol, política, religión, amores y poesía entre esas cuatro paredes íntimas y públicas, donde nada se queda quieto mucho rato. 

Jueves 8 de Agosto de 2013

¿Un buen motivo para pintar un grafiti?

Mandá uno en los comentarios.

Lunes 1 de Julio de 2013

La novela de Ariel en una plazoleta de Solano

Un viernes, a eso de las 10 de la noche, sobre los bancos de cemento de una plazoleta en Donato Álvarez y Av. San Martín (San Francisco Solano), un tal Ariel se colgó a escribir con fibrón la novela de su vida: ideas simples y potentes, sinceramientos y consejos para sí mismo, para cualquiera. 

Martes 11 de Junio de 2013

Esto no es un museo, por Mariano Fiszman

Autor de novelas memorables como Nuevas cenizas y Muñecas 970, Mariano Fiszman transita las transformaciones de las calles de Villa Crespo, donde la demolición de casas antiguas coincide con el auge de los outlets y las pintadas del arte callejero. 

Miércoles 22 de Mayo de 2013

Historia de El petiso orejudo, de Sebastián Cilio

Bárbara Gasalla le pidió a artistas callejeros que elijan una obra y cuenten su proceso de producción. Aquí Sebastián Cilio habla sobre su esténcil de Cayetano Santos Godino. 

Comentarios
Anónimo
Anónimo
15/09/2012
14:47

Una idea totalmente nueva e interesanticima para anilizar. Incentiva a otras ideas y llama a participar en ella. Genia genia genia

1
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