En su libro Graffiti, Lelia Gándara hace un estudio detallado del género. En este pedazo del texto habla sobre algunos rasgos comunes de la escritura de graffiti.
"Respecto de los condicionamientos estilísticos asociados al género discursivo, hemos visto que el graffiti está condenado a la concisión. Y no sólo por el carácter clandestino de esta actividad de escritura, sino también porque el espacio en el que el mensaje se despliega es limitado, y porque además la mirada lectora suele ser la de alguien que no se detiene, sino que está desplazándose en un ámbito público.
Entonces, el imperativo mayor es la economía de recursos, que se manifiesta de dos maneras:
-por un lado, el minimalismo, la síntesis, que consiste en evitar todo lo innecesario, algo así como "ir al grano".
-y por el otro, la explotación al máximo de la significación utilizando recursos que potencian la riqueza expresiva de cada elemento y permiten "decir más con menos".
Graffiti, de Lelia Gándara, Eudeba, Buenos Aires, 2002.
Tercera selección de grafitis recopilados en los furgones de la Línea Roca, entre Sarandí y Hudson o Sourigues. Sexo, drogas y rocanrol, política, religión, amores y poesía entre esas cuatro paredes íntimas y públicas, donde nada se queda quieto mucho rato.
Un viernes, a eso de las 10 de la noche, sobre los bancos de cemento de una plazoleta en Donato Álvarez y Av. San Martín (San Francisco Solano), un tal Ariel se colgó a escribir con fibrón la novela de su vida: ideas simples y potentes, sinceramientos y consejos para sí mismo, para cualquiera.
Autor de novelas memorables como Nuevas cenizas y Muñecas 970, Mariano Fiszman transita las transformaciones de las calles de Villa Crespo, donde la demolición de casas antiguas coincide con el auge de los outlets y las pintadas del arte callejero.
Bárbara Gasalla le pidió a artistas callejeros que elijan una obra y cuenten su proceso de producción. Aquí Sebastián Cilio habla sobre su esténcil de Cayetano Santos Godino.