En el Capítulo 4 de La Comunicación Gráfica Pública Marginal. Documentación y análisis de Graffitis, Stencils y Afiches en la Ciudad de Mendoza, Juan Cruz Groisman propone una clasificación sencilla y abarcativa para la cantidad de cosas que vemos por la calle: distingue entre comunicación oficial y marginal, y define claramente la CGPM. Aquí un fragmento de su tesis, y un link para seguir leyendo.
por Juan Cruz Groisman
Aquel que recorre las calles de una ciudad, sufre en su decurso una serie de mutaciones y encuentros simultáneos entre sus formas posibles de ser. Al abandonar su casa deviene automáticamente en un paseante, un transeúnte. La calle y los autos lo convierten en peatón, el tráfico en... una persona paciente. Frente a un espectáculo es espectador, en la avenida, uno en la muchedumbre. Una oferta de vidrieras de fin de estación lo llena da ideas, propias de un cliente. Monumentos y edificios escriben la historia del sujeto, trabajan en su memoria, dan contenido a su pertenencia a un ambiente compartido y habitado por predecesores que han trabajado en la construcción del presente como hoy lo conocemos.
Luego por aquí y por allá, una lluvia de afiches coloridos, llenos de oportunidades y novedades, caen sobre él para transformarlo en el combustible del sistema. Él ya es lo que las empresas llaman y claman: el ponderado potencial cliente, el consumidor.
Su paso lo posa necesariamente –forcement, saben decir los galos- frente a esas pancartas iluminadas. En esquinas principales, sin importar donde dirija su mirada allí están y estarán, omnipresentes, atractivas, ideadas desde y para los placeres, los anhelos y las necesidades, esas fuerzas. La publicidad se impone al sujeto, al ciudadano, al espectador, a la muchedumbre, pero sobre todas las formas, al lector.
El discurso del espacio público publicitario se sirve del lenguaje corriente para introducir sus voluntades, expresando ágilmente su fin, justificando una existencia efímera, para el coup d’oeil –otra vez los galos-, la hojeada, el pantallazo. Un golpe de lenguaje, donde no hay tiempo para la lectura. Un shock de contenidos, conciso, preferentemente perdurable, donde no hay diálogo. No hay cabida para el diálogo, ni necesidad de diálogo, es información que parte desde un lugar y pretende alojarse en alguna memoria transeúnte.
El sujeto se mueve en el espacio, con una lectura latente en su recorrido. Sabe leer, los mensajes están, seguramente, a la altura de sus competencias. Entonces quizá se pregunte, ¿Por qué y para qué lee? Seguramente por varios motivos y algunos automatismos. Por vocación, por necesidad, por buscar sentidos para construir mediante elementos una realidad propia, e incluso inventarla. Así, leyendo los signos de su entorno, puede alguien -re-construir el espacio donde vive. Bien es posible leer la calle, recuperando algunas tramas, algunos argumentos a partir de la letra urbana (Kozak, 2004). Y es allí donde se producen significaciones, cuando por medio de la lectura se encuentran textos que leer, en el susurro de una frase pronunciada por un muro abandonado, en la anónima decoración de poste de cemento sin color, en el juego de un espacio robado por un graffiti, un stencil, un afiche.
El universo de gráficas marginales a las luminarias y los sistemas organizados de difusión opera con el desvío de la mirada, una desistematización de la lectura, robando la mirada del transeúnte-consumidor para ofrecerle un instante de transeúnte-lector.
Estos mensajes buscan atención a un bajo costo para ambos, productor y lector: un elemento rústico y breve para un lector de paso, donde se ofrece una idea, una aseveración, una pregunta, o se revela -tan sólo- la existencia presente de otros hombres, que escriben para ser leídos y grafican para gustar. Dice Claudia Kozak: “Al graffiti lo mata más la indiferencia que el rechazo. Aceptarlo, aun cuando no siempre sea agradable o placentero, es una opción entre tantas. Rechazarlo, o hasta condenarlo, también. La indiferencia, sin embargo, es más pasiva y no elige. Se somete a la imposición de sentidos de la ciudad contemporánea como artefacto técnico. Y sobre todo no permite liberar el potencial de lectura que late por debajo de unas palabras e imágenes que no son nada sin su lector.”
Es, de este modo, el fenómeno de la lectura lo que refuerza la separación entre estos universos de comunicación que trabajamos.
Definición de Comunicación gráfica pública marginal:
Comunicación: Porque la razón de ser del mensaje gráfico es la intención comunicativa de quien la plasma en el espacio público. La comunicación social es en esencia el pasaje de lo individual a lo público de toda vida social (ÁLVAREZ, 1989).
Gráfica: Porque estas comunicaciones se realizan de manera visual, quizá la más antigua y vigente forma de divulgación de mensajes. La pintura –brocha, plantillas stencil, aerosol-, impresiones mecánicas –serigrafía, grabados, fotocopias y sus múltiples variantes y combinaciones conforman su dimensión instrumental. Excluyen el sonido y el movimiento, su recepción es estática y visual.
Pública: Se trata de una comunicación pública en 2 sentidos: En primer lugar, su manifestación se da fuera del entorno privado, fuera de la propiedad reservada del individuo y su entorno restringido –su casa, su espacio de trabajo-, el texto existe tomando una porción de espacio visual compartido por quienes transitan la ciudad. El soporte es la ciudad y sus muros, postes y veredas que constituyen el espacio público de desplazamiento de la persona. Una vez efectuada la impronta se convierte en propiedad visual de los transeúntes, devenidos en alocutarios necesaria e instantáneamente.
Por otra parte es tanto una comunicación pública en el sentido mencionado, como lo es del público, en tanto creada por individuos que son definidos oficialmente como espectadores de la comunicación en sus circuitos comerciales. La comunicación pública oficial se ubica en espacios destinados al affichage de manera regulada legalmente y están claramente determinados, enmarcados y coordinados por entes específicos. El affichage gráfico en estos circuitos es administrado de manera comercial: cada espacio tiene su tamaño y su posición definida por un análisis de sus condiciones de visualización en términos cualitativos y cuantitativos. El Estado regula y dispone del espacio visual público a fines de una comunicación efectiva - y ajustada a los intereses de sus políticas comunicacionales- y evitando la contaminación visual. Estas decisiones demarcan la distancia entre comunicador y público, autor y lector, en claras posiciones.
La comunicación pública marginal transforma la relación locutor-espectador, convirtiéndola en un proceso de respuesta a ese esquema, donde el lector se convierte en locutor de un nuevo mensaje.
Quien comunica en la CGPM es el público de la comunicación oficial, el individuo que comunica frente y fuera del circuito legitimado.
Marginal: El acto comunicativo se da de manera no regulada, y fuera de los espacios destinados a la comunicación pública. Poco importa cuáles son sus fines -comerciales, políticos, artísticos-, todos ellos son considerados por la legalidad como una práctica al margen, fuera de su control, supervisión y creación. Es marginal desde sus condiciones de producción, dictadas por las posibilidades de pertenecer al espacio comunicativo visual público. Podríamos afirmar que su marginalidad es económica, social y cultural, ya que toma espacios que el mercado y el Estado no han apropiado para sí.
Este tipo de comunicación se encuentra por fuera de lo que el mercado y el Estado señalan como espacios privilegiados de la comunicación gráfica. Sería posible pensar que tales prácticas ampliarían los significados sociales existentes en una cultura que han sido excluidos por la lógica del poder (mercantil y estatal), abriendo la posibilidad de proponer debates ideológicos, dramatizar identidades minoritarias o silenciadas, proponer consignas contestatarias y reivindicativas, manifestaciones artísticas, y otros tipos lúdicos como el humor y el juego de palabras. La lucha se da en el plano simbólico y por la apropiación de sentido.
Para leer el texto completo, hacer clic acá.
(El capítulo 4 comienza en la página 33).
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Acá va otro clip con fotos de Alejo Tarrío, César Verrier, Natalia Maskin, Nora Guledjian y Sergio Fernández, sacadas en el Segundo Safari Fotográfico de GRaFiTi, que se hizo el domingo 27 de noviembre de 2011, por los barrios de Colegiales y Chacarita.
AMEBA son las siglas de Arte Móvil Experimental Buenos Aires, un grupo de intervenciones urbanas surgido a mediados de 2011 en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. En esta conversación por correo electrónico, compartieron sus principios, influencias e ideas.
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