Al igual que con otras pasiones, la lectura de grafitis me cautivó mucho antes de que pudiera encontrarle motivos. En el principio, entonces, fueron los mensajes. Frases escritas por manos anónimas que, de golpe, en la pared de alguna calle, me salían al cruce. Risa, desconcierto y, a veces, el inevitable estar o no de acuerdo. Pero nunca indiferencia.
Después, vinieron las preguntas. ¿Qué lleva a una persona a escribir lo que siente o piensa en una pared? ¿Tiene en cuenta que lo que diga con pintura va a leerlo mucha gente, y no sólo el destinatario preciso cuando hay una/o? ¿Querrá que sus palabras duren para siempre?
Para quienes escriben grafitis, puede que exista algo atractivo en la cosa clandestina del asunto. Pintar de noche, a la vista de nadie, con la incertidumbre de si la tarea podrá ser llevada a cabo hasta el fin. No menos cierto es que los espacios de expresión pública escasean en la ciudad para cualquiera que no sea una marca, un producto o servicio. Y, claro, también está la satisfacción de imprimir algo propio en el paisaje de todos los días.
Con los grafitis la relación entre lo escrito y sus lectores queda mediada por la casualidad del encuentro. Lo escrito tiende a lo efímero y las paredes son las páginas de un libro, imposible de tener en las manos, que se está escribiendo y borrando todo el tiempo. Quizás, registrarlos sea una forma de hacerlos durar en la memoria, ese puñado de arena que día a día se escurre entre los dedos.
Alejandro Güerri
En este breve ensayo, Rodrigo Alonso (profesor universitario, crítico y curador independiente) repasa distintos cruces entre arte y ciudad, y analiza, a partir de algunos ejemplos de las últimas décadas en Argentina, varias posibilidades y riesgos de las intervenciones artísticas en el espacio público.
En el Capítulo 4 de La Comunicación Gráfica Pública Marginal. Documentación y análisis de Graffitis, Stencils y Afiches en la Ciudad de Mendoza, Juan Cruz Groisman propone una clasificación sencilla y abarcativa para la cantidad de cosas que vemos por la calle: distingue entre comunicación oficial y marginal, y define claramente la CGPM. Aquí un fragmento de su tesis, y un link para seguir leyendo.
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En 1981, las plantillas de Blek le Rat empezaban a aparecer en las calles de París. Hoy, este artista francés prepara tres exposiciones de sus esténciles en San Francisco, Londres y París. Con el entusiasmo y la inspiración intactas, sus palabras nos iluminan en esta entrevista exclusiva, donde habla de su carrera, de la transición de artista callejero a las galerías de arte, y... de su visita a Buenos Aires.
Junto a NN, empezaron a pintar en 2001. Su primer diseño fue un hit: el Bush con orejas de Mickey. Después, se relacionaron con otros artistas y encararon trabajos más grandes. En 2006 con RDW, Malatesta y StencilLand abrieron una galería de arte urbano: Hollywood in Cambodia. En esta charla recorremos 10 años de Bs. As. Stencil, y una década con el graffiti y street art en Argentina.