Al igual que con otras pasiones, la lectura de grafitis me cautivó mucho antes de que pudiera encontrarle motivos. En el principio, entonces, fueron los mensajes. Frases escritas por manos anónimas que, de golpe, en la pared de alguna calle, me salían al cruce. Risa, desconcierto y, a veces, el inevitable estar o no de acuerdo. Pero nunca indiferencia.
Después, vinieron las preguntas. ¿Qué lleva a una persona a escribir lo que siente o piensa en una pared? ¿Tiene en cuenta que lo que diga con pintura va a leerlo mucha gente, y no sólo el destinatario preciso cuando hay una/o? ¿Querrá que sus palabras duren para siempre?
Para quienes escriben grafitis, puede que exista algo atractivo en la cosa clandestina del asunto. Pintar de noche, a la vista de nadie, con la incertidumbre de si la tarea podrá ser llevada a cabo hasta el fin. No menos cierto es que los espacios de expresión pública escasean en la ciudad para cualquiera que no sea una marca, un producto o servicio. Y, claro, también está la satisfacción de imprimir algo propio en el paisaje de todos los días.
Con los grafitis la relación entre lo escrito y sus lectores queda mediada por la casualidad del encuentro. Lo escrito tiende a lo efímero y las paredes son las páginas de un libro, imposible de tener en las manos, que se está escribiendo y borrando todo el tiempo. Quizás, registrarlos sea una forma de hacerlos durar en la memoria, ese puñado de arena que día a día se escurre entre los dedos.
Alejandro Güerri
Estas revisitas a los clásicos, listas para ser escritas en la pared, pertenecen a Los nada (2011), el libro póstumo de Javier Adúriz.
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Después del shock de las Torres Gemelas y el estallido de diciembre de 2001, tras un año de trabajo puertas adentro, Vómito Attack comenzó a intervenir las paredes de Buenos Aires con esténciles, carteles y pintadas de alto contenido social y político. Aquí sus opiniones.
El viernes 15 de julio se inauguró Tecnópolis, una muestra de ciencia, arte y tecnología, situada en el barrio de Villa Martelli. En el Pabellón Joven, fueron invitados a participar varios grupos y artistas callejeros, como Nazza Plantilla, Proyecto Fauna y bs.as.stncl, entre otros.
Lo que pasa con los grafitis en Avellaneda y en la Ciudad de Bs. As. es bastante representativo de las políticas para espacio público de sus respectivos gobiernos (kirchnerista en provincia, del PRO en Capital). De uno y otro lado del Riachuelo, cierto tipo de intervenciones desafía ambas lógicas. Acá van algunas observaciones sobre paredes y política.