A cuatro días de las elecciones, en varios barrios de Buenos Aires, apareció un cartel pegado sobre las publicidades que plantea una pregunta inquietante.
Una intervención sencilla con la fuerza de una pregunta empezó a verse en distintos barrios de la capital, como el Centro, San Nicolás, Chacarita, Colegiales... Una franja negra con letras blancas, en algunos casos sostenida por una figura humana con cabeza de ave de rapiña, pegada sobre las marquesinas publicitarias cuestiona con correcta acentuación y ortografía: ¿Quién elige?
La acción se da justo antes de los cierres de campaña para las elecciones legislativas, pero la pregunta puede tener implicancias más allá del contexto electoral.
Podés ver la ubicación de todas las intervenciones registradas acá, y si querés, podés mandar las que te encuentres.
Al igual que con otras pasiones, la lectura de grafitis me cautivó mucho antes de que pudiera encontrarle motivos. En el principio, entonces, fueron los mensajes. Frases escritas por manos anónimas que, de golpe, en la pared de alguna calle, me salían al cruce. Risa, desconcierto y, a veces, el inevitable estar o no de acuerdo. Pero nunca indiferencia.
Sea porque los grafiteros fueron sorprendidos in fraganti, porque se terminó la pintura, o se dieron cuenta a mitad de camino de que la pintada no cabía en el espacio elegido, algunos graffiti quedan sin completar...
En su libro Graffiti, Lelia Gándara hace un estudio detallado del género. En este pedazo del texto habla sobre algunos rasgos comunes de la escritura de graffiti.
Por su carácter ilegal, clandestino, la escritura grafitera se desarrolla sobre todo por las noches: menos personas, menos ojos.
Pero hay un tipo de graffiti nocturno por excelencia.